5 datos fascinantes sobre la búsqueda de vida extraterrestre

1. ¿Océanos en la Luna?

Un momento clave en la fascinación con la vida alienígena tuvo lugar en el siglo XVII, cuando el telescopio de Galileo abrió un nuevo mundo.

Fue posible ver, por ejemplo, manchas oscuras en la Luna. Científicos de la época asumieron que las manchas eran vastos océanos de agua y las llamaron «maria», que significa «mar» en Latín.

Ahora sabemos que los «mares lunares» son en realidad formaciones de basalto oscuro originadas en antiguas erupciones volcánicas.

2. Marcianos magnánimos

El astrónomo William Herschel especuló en la década de 1870 que los habitantes del planeta rojo serían más altos que los humanos.

Gracias al desarrollo de telescopios más potentes, Herschel logró medir el tamaño de Marte, así como la duración de sus días y estaciones.

Marte es un planeta más pequeño que la Tierra y con una gravedad menor, por lo que sus habitantes serían más altos que los humanos, concluyó el astrónomo alemán.

3. Saturninos superiores

El filósofo alemán Immanuel Kant señaló que la inteligencia de los extraterrestres era proporcional a su distancia del Sol.

Por ese motivo, habría una enorme variación entre los habitantes de los diferentes planetas, desde los «torpes pobladores de Mercurio» a los «ingeniosos seres de Saturno«.

4. Censo alienígena

En 1848, el profesor de ciencia y clérigo escocés Thomas Dick se propuso calcular el número de extraterrestres en el Sistema Solar.

Dick predijo que si la densidad de la población extrasolar equivalía a la de Inglaterra (280 personas por milla cuadrada), entonces el Sistema Solar albergaba 22 millones de millones de habitantes.

5. Vida lunar

El mejor lugar para buscar vida en el Sistema Solar puede no ser un planeta relativamente cercano como Marte, sino las lunas distantes Europa y Encelado, que orbitan respectivamente a Júpiter y Saturno.

Ambas lunas contienen océanos de agua líquida bajo una capa de hielo.

Se cree que una fuente interna de calor podría explicar por qué esos océanos no se congelan.

Y el calor generado en el centro de cada luna sería liberado a través de fuentes hidrotermales o fumarolas en el fondo de sus océanos.

En la Tierra, las sustancias químicas disueltas en el agua en torno a fumarolas alimentan microorganismos que forman a su vez la base de la cadena alimenticia de la que dependen invertebrados marinos como los gusanos de tubo.